lunes, 19 de abril de 2010

SOMOS IGLESIA

“Dichosos los que creen

 sin haber visto”.


Juan, 20, 29


                                                                           Domingo, 18 de abril del 2010.






Queridos amigos y amigas:






En días pasados, después del encuentro del Comité Nacional con sede en Lima, regresé a Caja de Agua y me reuní con una comunidad de discapacitados. Leyendo el Evangelio de Tomás (Juan 20, 19-31), uno de ellos, Carlos, dijo: “Yo creo en Cristo resucitado. Lo encuentro a través de personas, por ejemplo, Oscar Romero… Nunca he creído que mi accidente era castigo o voluntad de Dios, porque Dios es Amor, y no dudo de su Amor”… Y Betty comentó: “De pequeña tuve polio… Pienso que a través de eso Dios me pide estar a su servicio…”… César comentó el primer testimonio: “Encontrar a Dios a través de personas?... ¡Pero la Iglesia en estos tiempos da un testimonio negativo!”…






Desde hace meses, desde hace años se revelan crímenes de pedofilia en muchos países; se descubre que responsables de la Iglesia han ocultado los hechos, tapado sus consecuencias, impedido que la justicia intervenga, etc.etc,,,






Frente a eso, unos “defienden” a la Iglesia, protestando: “Hay una campaña internacional de desprestigio”… “En otros estratos de la sociedad hay más casos de pedofilia: en el mundo de la educación, y, sobre todo, eso pasa en las familia mismas (20 %)”… Pero, ¡eso no vale!... El mal es el MAL… Las víctimas del mal son niños, jóvenes, marcados(as) por la vida; escuchemos las palabras de Cristo: “Si alguien hace caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar” (Mateo 18, 6)… ¿Jesús, en ese caso justificaría la pena de muerte?






Otros aprovechan para atacar a la Iglesia, la llaman institución humana hipócrita… La TV y los periódicos hablan, escriben cada día, más de una vez decepcionan, por ejemplo, Nelson Manrique, en “La República, del 13 de abril, bien corregido al día siguiente por Alejandro Arenas herrera… O la carta llena de errores y exageraciones de Juan G. Bedoya (11 de abril del 2010)…






Otros tantos sacan conclusiones, considerando que el matrimonio de los sacerdotes sería la solución, (mientras que los especialistas afirman, en cambio que esos tipos de pulsiones aparecen tanto en gente casada como soltera)… etc.





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¿Y, nosotros(as)?... ¿Dudamos de nuestra Iglesia?... Sufrimos ante el ESCÁNDALO, porque ¡escándalo HAY!: el de la existencia de tales crímenes, el de no haber protegido a los jóvenes, de no haber alejado a los responsables , de no haber permitido a la justicia humana actuar cono era lógico hacerlo.





Creemos en Cristo, signo, sacramento de Dios en la humanidad… Creemos en la Iglesia, signo, sacramento de Cristo en la humanidad, nacida de la Cruz-Resurrección-Pentecostés… Creemos que el Resucitado confió esa Iglesia a hombres muy frágiles… Me impactó leer el Evangelio del 10 de abril (Marcos 16, 9-15): todos las discípulos se revelan cobardes y tibios; una sola persona se salva, Magdalena: “Por último se apareció Jesús a los Once… y les echó en cara su incredulidad y
dureza de corazón”... ¡Sin embargo, en la frase siguiente dice: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación”…!!!






La Iglesia, nosotros(as)… ¿tan frágiles?... Pero, también “sacerdotes, reyes y profetas” (1 Pe )… Tenemos que reconocer las fallas de la Iglesia, sufrir de ella, en ella, con ella, despertarnos de nuestra mediocridad reconocida (Ap. 3, 14…); encontrar al Resucitado en la Palabra, en los Sacramentos, en todo rostro humano; y vivir la Resurrección desde nuestra fragilidad; que nuestras comunidades siempre imperfectas sean signos del reino ya realizado en Cristo y en vía de realización; que sepamos amar a la humanidad y a la Iglesia, que crece en la humanidad, sabiendo que si se ama se sufre.






Iba a olvidar algo, como una premonición que sentía en mí: vivimos un momento de Iglesia que da pena, vergüenza, un momento de humillación que pone en peligro la credibilidad de nuestra Iglesia; quizá necesitábamos esa prueba de pobreza, nuestra Iglesia tenía tantos signos de soberbia, riquezas, apariencia de virtudes, exigencias morales a veces aplastantes, privilegios, etc., etc. … Si nos convertimos, la humillación se volverá humildad, la pobreza nos purificará; humildemente no daremos lecciones de moral, sino que caminaremos pueblo-pecador-santo… Viviremos la libertad, la compasión, la misericordia de Cristo, que nunca aplasta, y que siempre llama a tomar el camino suyo… Seremos realmente testigos de la Buena Nueva.







Un abrazo fuerte




P. Juan DUMONT CHAUFFOUR




Apdo. 3716, Lima 100, PERÚ


Telf. 0-1376-0796, 0-1459-8794


E-mail: paso@terra.com.pe

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